jueves, 18 de abril de 2013

La Solfónica llegó a tiempo para evitar que ejecutásemos el Grândola


Desde que comenzamos a preparar el homenaje de este año, allá por el mes de enero, teníamos en mente invitar a La Solfónica al acto en la tapia del Cementerio del Este, para compartir su buen hacer y su filosofía junto con familiarse y amigos de las víctimas del franquismo en Madrid. Además, de haber sido así, el éxito de asistencia habría estado garantizado. 
Bromas aparte (y eso que en esta ocasión hemos querido recurrir también al humor para aliviar tensiones y fuertes sentimientos), La Solfónica estaba ya comprometida con una iniciativa envidiable para el 14 de abril y que, sin duda, habríamos secundado de no ser por la coincidencia en el tiempo: cantar en "El mirador de los poetas" de la sierra madrileña. No obstante, manifestaron su voluntad, si regresaban a tiempo de la canción final en el Ateneo, de ayudarnos con el "Grândola, Vila Morena".
Y así fue, un nutrido grupo de sus componentes se presentó en la Calle Prado, cuando tan sólo quedaban 10 minutos para finalizar el acto, para evitar que coreasemos en portuñol o, al menos, que no se nos notase. Fue emocionante y de agradecer mucho su esfuerzo.
 
 
Desde aquí y desde hoy mismo, nos gustaría reservarnos su compañía, toda a ser posible, para la mañana del sábado 12 de abril de 2014 en la Tapia del Cementerio del Este.
 
No hemos hecho presentación de La Solfónica porque la mejor manera de saber quienes son, está escrita (y muy bien) en su blog:
Cuando el 15 de mayo de 2011 la gente salió a la calle y se organizó, muchos músicos que en el hacer música en grupo alguna vez encontraron -ya sea por un instante- su lugar, tuvieron la inequívoca sensación de que ese lugar que ellos aspiraban a alcanzar en cada concierto, había venido a buscarles.
A la par que la masa pensante y amante tomaba las calles con su hartazgo, avanzaba un mensaje en el que los intereses individuales no primaban sobre los comunes. Nadie pretendía ser solista, tras entender que la partitura era la misma para muchas. La masa pensante y amante arrastró los egos y comprendió que el trabajo sería lento y arduo…y aún así acometió la tarea de ensayar despacio, consciente de que cada instrumento tendría una función indispensable para construir la sinfonía. Ya no estaba dispuesta a seguir el ritmo “Mercado” por un director egoísta, Sistemáticamente fuera de tempo. Ya no aceptaría que sólo unos pocos llegaran al “DO de pecho” y se propuso alcanzar el “SOL de corazón”.
Aquello que empezó a ser llamado 15M propugnaba, y propugna, en primera instancia, un cambio de conciencia que posibilite todo lo demás. ¿Pero eso cómo se hace? ¿Y eso cómo se explica? Los músicos somos expertos en no usar palabras… Antes de empezar a llamarnos “solfónicxs”, nos entusiasmamos con la idea de llevar a toda persona que quisiera escucharlo, condensado en unos minutos, aquello que no puede ser explicado, acerca de lo cual no se puede adoctrinar pero cuya vivencia sí que se puede compartir.
En este ataque colectivo de locura, para nada transitoria, en la calle creímos que imaginar algo imposible era empezar a hacerlo posible…Y entre locos y cuerdas, músicos de todos los niveles que nunca habían tocado juntos, se organizaron para tocar en Neptuno el cuarto movimiento de la Novena de Beethoven. Claro, imposible que siguieran tocando y cantando juntxs de ahí en adelante…
“La Solfónica” es una expresión de que el pueblo es libre, inteligente y muy capaz de organizarse. Una propuesta de activismo y de hacer política que invalida los estereotipos asociados a la protesta social: orgullosos de ser “perro-flautas”, tras un durísimo trabajo -en muchos casos de toda una vida-, desde ella propagamos indignación y cabreo pero con ondas de goce y belleza. Tomamos la calle con ondas sonoras: nada escapa a la vibración y hasta la más necia de las cabezas sordas, de alguna forma escuchará. ¡Y somos invencibles! Porque lo que suena, lo que tú sueñas, escapará a cualquier porrazo.
Ante lxs que abusan de algo llamado “Poder”, predicamos con el ejemplo: en una orquesta o coro no puede haber poderosxs sueltxs. Les queremos decir: ¡Que nosotrxs, poder ¡¡¡PODEMOS!!!  Escuchándonos. Trabajando por y para el de al lado, por y para el mejor resultado posible (o “imposible”…). Escuchándonos.
Consideramos que todas y cada una de las personas, tenemos, no sólo el derecho, sino el deber para con las que anhelan lo mismo, de alzar la voz. Desde que nuestra indignación, con sus múltiples voces, salió a la calle, cada persona contribuye como mejor sabe. Nosotras asumimos el deber de compartir lo que aprendemos en una orquesta o un coro. De compartir música, porque es lenguaje universal; porque algunas partituras dieron forma a esencias humanas que sólo con ponerlas en la calle crean alianzas. Y asumimos el deber de denunciar las vergüenzas que nuestras enormes orejas de músico “ven”.
No somos lo que tú quieres que seamos, “pensamiento único” -¡arrítmico, desafinado!-. No estamos asustados, ni ofuscados, ni nos quejamos gruñendo porque le ha salido óxido a nuestra jaula de oro. No somos unos niñatos malacostumbrados. Gritamos y luchamos por ese deber, por la deuda que tenemos con nuestros abuelos y con los que serán nuestros nietos, y con los nietos de los que no pueden estar aquí. Porque sabemos que somos los privilegiados de este sistema depredador, que tenemos los instrumentos y el tempo, que no nos jugamos la vida al salir a la calle. Esa es nuestra deuda: cantamos por los que no pueden hacerlo, estamos por los que no pueden estar, por los que estarán.
Hacemos la música de otras luchas, banda sonora de otras revoluciones, grietas del sistema que intenta mostrarse como algo perenne y sin alternativa. De esos agujeros, abiertos con el esfuerzo de siglos por la dignidad, sale esta música, salen ríos de posibilidades, porque imaginando realidades mejores, las construimos.
Tocamos en la calle simbolizando que la inclusividad, la horizontalidad y la cercanía son nuestra base. Tocamos en la calle porque la calle es de todas, porque en las plazas, cuando no hay focos ni escenario, todos nos miramos a los ojos y nadie se pone por encima de nadie. Los teatros, los auditorios, los círculos y los escenarios, son necesarios y maravillosos, pero éste es el espacio que elegimos para decir que el arte no puede ser elitista, sino accesible y abierto.
Reivindicamos la implicación y la participación ciudadanas, porque somos seres grupales y juntos hacemos posible lo que imaginamos. Es necesario, es urgente, que nos responsabilicemos y trabajemos por lo que nos llena, por lo que creemos que es justo o bello, sin esperar a que alguien nos lo acerque o nos lo venda, aportando lo que sabemos hacer y aprendiendo de lo que saben hacer los demás, porque en el proceso es donde ganamos, donde disfrutamos, donde elegimos.
“La Solfónica” surge así, con la fuerza de la autogestión, en un momento en el que tantas agrupaciones musicales, educativas y culturales en general, sufren el estrangulamiento y la falta de recursos. Defendemos el fin de la mercantilización del arte y la educación, pero ello no nos aleja de la reivindicación de un uso de los recursos públicos que responda a las necesidades de la sociedad. A la necesidad de cultura accesible, honesta y libre, inclusiva y con Historia.
No queremos una cultura de masas amasadas, empobrecedora de mentes y valores, cortoplacista y sobreestimulante, simplista y estereotipada, que cercena la capacidad crítica e inocula pereza en nuestras conciencias.  Aunque los altavoces del sistema intenten hacernos bailar su ostinato machacón, que pone el arte y las estructuras de pensamiento al servicio de los intereses del poder y el dinero, somos Pueblo que crea y trasciende: la melodía está en nuestro interior. Escucha la tuya, escucha la del de al lado; cantémosla. Este capitalismo voraz, que engulle y engorda mientras se pudre por dentro, quiere dominar la cultura para manipularnos. Nosotros queremos cambiar este sistema a través de la Cultura.
El pensamiento crítico, la empatía, la responsabilidad y la capacidad de imaginar, de proyectarnos hacia el pasado y hacia el futuro, son nuestras armas. La música las encarna en nosotras a través de lo intangible, cuando la hacemos con corazón, con conciencia y entre todas. Cuando lo canto, siento que es posible, me lo creo. Cuando cantamos, lo de dentro y lo de fuera sintonizan, nos curamos del miedo que ciega y ensordece, despertamos. Cuando hacemos música en la calle, sentimos que compartimos un regalo mutuo. Abrámoslo, tiremos del lazo, soplemos con fuerza, vibremos juntos, que se oiga nuestra voz.

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